miércoles, 21 de agosto de 2024

Tres encuentros (uno inesperado) en la librería Atenea

Hoy, presuntamente y de entrada, no había motivo (ni dinero) para acudir a una librería. Ayer pasé parte del día en Alicante arreglando un tema personal con El Corte Inglés 1 sito en la Avenida Maisonnave, 53 y estaba sin blanca. Pero al final la situación me llevó a ver dos libros en su librería (sección de ciencia ficción) de El Corte Inglés 2 sito en la Avenida de Federico Soto, 3 y me quedé prendado de ambos pero sin poder comprarlos. No me gusta nada la librería de El Corte Inglés (al menos la de Alicante). Recuerdo que era muy diferente la cuestión cuando estuve viviendo allí, entre el 1 de septiembre de 2004 y el 25 de mayo de 2009. Hice uno de mis mayores descubrimientos inesperados el lunes 19 de febrero de 2007 al tropezar con un libro muy significativo que marcaría los siguientes tres años de vida: HABLA LA CONSCIENCIA (Kairós, Barcelona, 2004) de Ramesh Balsekar (1917-2009). Por esa época también encontré El Martillo Cósmico I. El secreto final de los ILLUMINATI (Palmyra, Madrid, 2006) de Robert Anton Wilson (1932-2007). Pero al transcurrir los años y trasladarse la librería desde la planta baja a la primera planta al fondo (junto con juguetes, videojuegos y papelería, es decir, ocio) la cosa cambió sustancialmente y desde hace más o menos una década no me gusta nada. Y con la literatura de ciencia ficción me pasa tres cuartos de lo mismo: hace bastante tiempo que no encuentro nada inspirador ni motivador de verdad. Pero ayer la cosa cambió sin esperarlo (aunque la tarjeta de crédito del mismo Corte Inglés no quiso funcionar).

   Al volver a casa por la tarde en el tren de cercanías me quedé pensativo durante el trayecto de apenas media hora. Juraría que esos dos libros ya los he visto hace un mes o más en la librería Atenea de Orihuela. De todas formas mi pensamiento especulaba (como siempre hace) por libre, pues aunque fuera así no tenía medios para comprarlos. Pero esta tarde parece ser (solo parece ser) que la vida "conspiraba" a mi favor (como si la vida fuera una improbable novela de Paulo Coelho) para concederme los dos libros deseados y, respirando junto a un servidor, apareció el tercero en concordia total cual "regalo del universo" (del banco BBVA en realidad, al pasar la tarjeta y darme crédito).

   El triple descubrimiento ha sucedido así:

   Primero he localizado 50 EN 50. MEDIO SIGLO DE RELATOS (Minotauro, Barcelona, 2024) de Harry Harrison (1925-2012). Era el primero buscado a propósito.

   Segundo he localizado un poco más abajo LEBAB. EL EFECTO LUCIÉRNAGA. UN THRILLER IMPLACABLE (Duomo Ediciones, Barcelona, 2024) de Luis Amavisca y Juana Cortés. Era el segundo buscado a propósito.

   Tercero he tropezado sin esperarlo (y con gran regocijo por mi parte) un poco más lejos (no demasiado) con algo que deseaba muchísimo, aunque no haya podido ser del autor en sí, por razones obvias: falleció desgraciadamente (para sus lectores, que deseábamos seguir leyendo cosas suyas y personas queridas) a mediados del año pasado. Hablo del libro Querido Nano. Una crónica sentimental de la España de postguerra a través de la conversación entre Fernando Sánchez Dragó y su madre, Elena (Planeta, Barcelona, 2024) de Emma Nogueiro.

   Siempre me ha gustado la pluma, el estilo literario y la actitud personal del escritor español Fernando Sánchez Dragó (1936-2023) desde que lo descubrí (no hace tanto, una década a lo sumo), a pesar de no compartir muchos pensamientos e ideas suyas (algo que, parece ser, algunos no saben distinguir ni apreciar en estos tiempos, debido a interferencias ideológicas politizadas, más que a un verdadero criterio y gusto literario). Lo considero uno de los más emblemáticos autores de las letras hispanas contemporáneas por derecho propio, insobornable, inclasificable, polifacético, poniéndose el mundo por montera y con buen dominio del negro sobre blanco sin duda; gran divulgador cultural y con genuino criterio propio, original e inmune a las modas del momento, independientemente de nuestros gustos y disgustos ideológicos particulares. Una de las cosas que parecemos haber olvidado cuando hablamos de Sánchez Dragó es su gran labor como difusor de la bibliofilia y patrocinador de la lectofilia. ¿En serio importan más sus posiciones políticas, sus escarceos amorosos o las polémicas opiniones subjetivas derivadas de su singularidad personal? Parece ser que sí. A un servidor (de nadie, como diría mi apreciado escritor) no. Pero solo es mi subjetiva opinión de aficionado.

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