lunes, 6 de octubre de 2025

Cuando tu matrimonio peligra (una historia lectobibliófila)

"Estáis todos arrestados durante una semana".

   El cabo primero nos miraba con severidad a los ojos, intentando mantener la compostura y cumplir con su función, irradiando cierta actitud a medio camino entre la autoridad y unas ganas reprimidas de estallar en carcajadas.

   "Es que es increíble. Por lo menos podríais haber hecho como que contabais, pero es que, macho, ni eso". No salía aquel hombre joven, con apenas un lustro más de edad que nosotros, de su asombro.

   Corría finales de 1994. Valencia. Cuartel de Capitanía General, donde estaba el mando de la III Región Militar, a cargo del teniente general Agustín Quesada Gómez (si mal no recuerdo). Todavía una estatua metálica enorme del generalísimo presidía el patio interno de entrada, a pesar de llevar nuestro país 19 años en democracia. Eran los restos exiguos y perecederos de un régimen autocrático militar que había gobernado la península ibérica durante 4 décadas con mano de hierro. En aquel cuartel tenías que estar atento a cada momento, pues a cada momento te cruzabas con caras desconocidas pero uniformadas. Desde lejos debías fijarte atentamente en los hombros e identificar cuanto antes la figura geométrica que destacaba en color dorado sobre el uniforme verde oliva. Lo que más te cruzabas eran uniformes con estrellas. Al principio no fueron fáciles de distinguir, pero por el tiempo te acostumbras y el cerebro hace sus conexiones automáticas: 2 estrellas de 6 puntas en línea horizontal: "a sus órdenes mi teniente". Te devolvía el saludo militar protocolario. "Bien. Todo bien. No la he cagado". Si llevaba una estrella más arriba en forma triangular, con las mismas puntas: "a sus órdenes mi capitán". La cosa se complicaba a partir de 3 estrellas de 8 puntas: "a las órdenes de usía, mi coronel". Pero donde sí sentías una presión y cierto canguelo reverencial era cuando veías de lejos una espada y un bastón cruzados, con una corona por encima y alguna estrella de 4 puntas a su alrededor: "a la orden de vuecencia, mi general". En aquel cuartel era común cruzarte con generales de brigada y de división. Era el mismo cuartel militar donde, apenas 13 años antes, el teniente general, también capitán general de la III Región Militar, Jaime Milans del Bosch y Ussía (1915-1997), sacó los tanques a la calle durante el golpe de Estado del 23-F. 

   Servidor estaba a punto de cumplir los 8 meses de permanencia en el servicio militar obligatorio, uno antes de licenciarse y recuperar su vida como civil. Había llegado a cabo instructor de la policía militar, el máximo rango al que se podía llegar de reemplazo, sin ser profesional. El arresto y la bronca nos venía a los 4 cabos instructores de mi quinta porque llevábamos un par de meses haciendo el relevo de un tipo de guardia interior sin inventariar todo lo que había en las dependencias, sino copiando el inventario del relevo anterior. A ninguno de los 4 nos apetecía contar elemento por elemento, pues no había pocas cosas que digamos y cuando alguien se percató de que nadie (ningún superior profesional), excepto nosotros, llevaba el control de lo inventariado, nos aconsejábamos unos a otros, tras el relevo, que copiáramos el parte y ya. Hasta que un cabo primero nos pilló. Y evidentemente fuimos arrestados durante una semana.

   Solo había sido arrestado una vez anteriormente, cuando en la formación exterior del cuerpo de guardia, una tarde, al bajar la bandera, el corneta empezó a desafinar tanto que, incapaz de encontrar el ritmo adecuado, no pudimos aguantar más las risas, tras intentarlo con todas nuestras fuerzas y se nos escapó alguna que otra risa ahogada pero suficiente como para ser considerada un insulto a la bandera. El sargento jefe de la guardia me arrestó como responsable de la formación de esa guardia. 

   En otra ocasión nos libramos por los pelos cuando el corneta, un manchego graciosísimo, empezó a cantar y tocar las palmas, aburridos durante horas y horas en una guardia desoladora, donde no pasaba nada ni nadie, 2 soldados, el corneta y un cabo, encargado de hacer los relevos por horas. Ese día estaba yo de guardia y por descontado, como responsable, debía mantener la disciplina, pero tenía 19 años y ganas de juerga, no de estar allí, así que el aburrimiento de las interminables horas muertas, combinado con la alegría divertida y las ocurrencias tronchantes del manchego, nos llevaron a relajarnos, pues no pasaba por allí ni un "alma" desde hacía horas. Así que cuando el manchego empieza a cantar y palmear, subiendo el tono, no se me ocurre otra cosa mejor que empezar a bailar y taconear con las potentes botas militares sobre el suelo, a lo cual el manchego y otro soldado se animan más todavía si cabe. Tras dejarme llevar y culminar con un salto del estilo que pocos años después pondrían de moda los Chayanne y los Bisbal, disfrutando del apogeo, la catarsis y las risas, escuchamos detrás de nosotros, con voz calmada pero firme: "¿Esto es una guardia o un tablao de flamenco?" La risa, la diversión y la juerga se quedó suspendida en un rictus de caras blancas, largas y serias. Al girarnos, un hombre mayor uniformado y con 3 estrellas doradas de 8 puntas reluciendo en los hombros: "a la orden de usía mi coronel". No se oía ni respirar a nadie. Parecíamos zombis. Pero tras mirarnos con severidad, aquel coronel fue la comprensión en persona. Tuvimos mucha mucha mucha suerte. Igual le recordamos algo de su juventud o simplemente empatizó con nosotros, pero únicamente nos dijo: "Que no se vuelva a repetir. Pueden continuar".

   Los arrestos no eran gran cosa: una semana confinado en la camareta (habitación enorme, larga pero estrecha, repleta de camas dobles en una punta y taquillas en la otra punta, enfrente). El viernes, 7 de octubre de 1994, mientras estaba arrestado sin poder salir del cuartel ni disfrutar el permiso de fin de semana, volviendo a casa en tren, un quinto mío de Motilla del Palancar, Cuenca, Castilla-La Mancha, España, llamado David Calandín, culturista y cinturón negro primer dan de kárate shotokan, me inició en la práctica de las artes marciales. Simultáneamente me prestó un libro para que no me aburriera el fin de semana y pudiera pasar las horas muertas del arresto. No había leído un libro jamás. Así que, por primera vez en mi corta vida, me tumbé en una cama de la parte inferior, casi al final de la camareta, con una sensación de estar aislado, pues en esa camareta donde nos alojábamos Calandín y servidor no había nadie más. Él se marchó de permiso a su casa y yo pasé el fin de semana inmerso en aquel, mi primer libro elegido voluntariamente, sin obligaciones escolares (que nunca cumplí). Así leí absorbido en un par de días LA LEYENDA DE BRUCE LEE. la fulgurante vida y extraña muerte del rey del KUNG FU (Garbo Editorial, Barcelona, 1974) del periodista estadounidense Alex Ben Block. 

   Fue tan significativa y grata la primera experiencia inmersiva de lectura, que antes de concluir el último mes del servicio militar me compré varios libros sobre el método de combate de Bruce Lee, destacando su inconclusa obra maestra: EL TAO DEL JEET KUNE DO (Editorial Eyras, Madrid, 1990). Allí, en las citas incluidas por el actor y artista marcial estadounidense de origen hongkonés más icónico de la historia, entré en contacto por primera vez con el pensamiento budista y taoísta. Sería un comienzo que pocos meses después determinaría el inicio de mi lectobibliofilia, desencadenada el viernes, 21 de abril de 1995.

   A partir de entonces empecé a comprar, leer y acumular libros. Sin medias tintas, los libros no fueron una afición más de tantas, sino la única pasión subyacente que me acompañó en todos los descubrimientos, aficiones, pasiones, conocimientos y experiencias. Pero desde bien pronto me tuve que enfrentar a una realidad inequívoca: por mi naturaleza siempre he sido un "pájaro" que "vuela" libre. El trabajo, las obligaciones sociales, ganar un sueldo, formar una familia, bueno, ya sabes, lo normal y convencional, jamás fueron conmigo. No estudié nada. No me especialicé en nada. Nunca he tenido una estabilidad económica. Siempre he ido a "salta de mata". Y la mayor parte del dinero ganado o que ha llegado a mi vida de alguna manera, lo he gastado en libros. 30 años después sigo igual. ¿Dónde está el problema? Pues que nunca he tenido una vivienda en propiedad. Soy el "vagabundo ilustrado". Por tanto, los libros son geniales cuando hay una estabilidad, pero cuando vives de prestado, se convierten en un lastre. Así que cuando tenía entre 1.500 y 3.000 libros me agobiaba, deshaciéndome antes o después de mi biblioteca personal para reiniciarla a cero, especialmente si implicaba un cambio de vivienda. Más o menos habré tenido unas 10 o 12 bibliotecas de ese volumen, pero ninguna pasó nunca de los 3.000 libros.

   Hasta el final de 2004 viví en Alcoy, en la vivienda propiedad de mis padres, un piso. Entre 1995 y 2000 tuve mi primera biblioteca personal con 3.000 libros en total. La reinicié por primera vez porque ya no cabían más en mi habitación, donde mis padres tuvieron la deferencia de instalarme una estructura de madera con bastantes estanterías (mi padre era carpintero de profesión) y que ocupaba casi toda la habitación, para que pudiera tener mi primera biblioteca. Luego pasé el siguiente lustro viviendo en Alicante, un piso más pequeño pero también de su propiedad, que habían comprado para veranear, exactamente un mes antes de nacer yo. Allí no tenía estanterías, así que empecé a acumular los libros en el armario de mi nueva habitación. Antes de finalizar mi estancia alicantina lo había destrozado del peso de tantos libros. Mi padre había muerto y no se enteró, pero mi madre cogió un buen enfado obvio y evidente.

   Aunque tuve un par de relaciones sentimentales de pareja entre 2003 y 2008 que no pasaron de los 2 años de duración cada una, no fue hasta el miércoles, 5 de septiembre de 2012, cuando me enamoré de verdad por primera vez. Conocí a Mery Baute, de 22 años, en Badoo. Servidor tenía 37. Ella vivía en Orihuela. Yo había vuelto a Alcoy. Nos encontramos en el piso de Alicante por primera vez, 2 semanas después y fue un flechazo desde el primer día. Ninguno había experimentado el amor hasta ese momento. Hoy llevamos 12 años conviviendo juntos en Orihuela y estamos más enamorados que nunca. Pero mi maravillosa y divertida mujer siempre me dice lo mismo: "los libros nos van a separar". ¿Por qué me estoy jugando así mi matrimonio? ¿Cómo puede ser eso?

   En el verano de 2019 iniciamos mi mujer y yo un periplo extraño de incertidumbre, con cierta etapa (no muy larga, por suerte), de precariedad y casi vernos a la intemperie, tras malas gestiones y varias equivocaciones. Pero en agosto de 2024 volvimos a recuperar la estabilidad, tras encontrar un carísimo piso de alquiler y alinearse todas las circunstancias para poder entrar a vivir. Reinicié mi biblioteca personal con una nueva ilusión y emoción, que es llevarla hasta donde no ha llegado ninguna, superando los 3.000 libros sin deshacerme de ellos (o solo renovando los que menos me gusten). Por primera vez siento un apego real por mis libricos. ¿Será que me estoy haciendo mayor? Pero simultáneamente me encuentro en un apuro, pues me juego el matrimonio. 

   Mi paciente y comprensiva mujer está a punto de pedirme el divorcio. Cuando llega a casa y viene a nuestra habitación, se encuentra con este panorama:


   Se trata de los libros que estoy leyendo ahora mismo y sí, ocupan su parte de la cama cual "amante" sustitutivo.


   La mesita que hay al pie de su parte de la cama:


   La mesa de nuestra habitación donde está la televisión y la videoconsola:


   La cama de la otra habitación:


   La cómoda de la otra habitación:


   El mueble de la televisión en el comedor:


   Y la última habitación:

10 comentarios:

  1. ¡Tu pluma ha vuelto a la acción! Es 😋 atrapante leerte, lo del tablao flamenco es de traca🤣😂 tu corazón esta dividido como tú casa jejeje mitad tu mujer y mitad tus libros😂 por cierto que suerte tener tantos libros, un paraíso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuando miro las historietas que surgen de repente, me quedo loco, pues viene una pequeña idea (en este caso mostrar la distribución de ocupación que tienen los libros en mi actual casa), que de repente empieza a crecer sola y cuando termino, la reviso y digo: "¿De dónde coño ha salido todo esto y cómo cojones se ha terminado hilando una historieta así?". No veas el susto que pasamos. Fíjate que han transcurrido 31 años y todavía me acuerdo de todo a la perfección, como si hubiera pasado ayer. Estaba afectadísimo al revivir lo da la dana en Valencia, 2 días seguidos leyendo ambos libros, uno por día, y de repente acabó de "cocerse" esta historieta, que ya llevaba un tiempo rondando por mi cabeza. Mi mujer, guau, es un cielo de persona y cada vez que viene a la cama nos reímos un rato y me bromea mil, pero nunca me he sentido más querido, amado y respetado en toda mi vida. Esta vez quiero superar los 3.000. Si todo va bien, seguimos aquí en casa y nada se tuerce, lo proclamaré en el blog cuando consiga mi biblioteca personal privada deseada. Gracias siempre por valorar mi pluma. Haces que quiera seguir escribiendo cada día y no me lo deje.

      Eliminar
    2. 3000?? ¡Que pasada! ¡A por ello!

      Eliminar
    3. Hoy he inventariado mi biblioteca personal privada tras la publicación del relato y tengo 420 (sin contar los cómics). Si no pasa nada y todo sigue como va en esta vivienda, sí, mi aspiración e intención es superar los 3.000, tarde lo que tarde. Una décima parte de lo que tiene Arturo Pérez-Reverte (ha reconocido tener 32.000).

      Eliminar
  2. He disfrutado mucho la lectura de su escrito, que ocurrente es y que divertido, que bello el amor a sus libros y a su mujer, ambos son totalmente compatibles. Gracias por compartir un trocito de su vida y su intimidad. Me agrada la idea de que alcance los 3000 libros.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por sus palabras. Nada; absolutamente nada es comparable a saber que una ocurrencia surgida de la espontaneidad, el momento y la circunstancia le guste a alguien, especialmente si ese alguien es importante para ti, como usted lo es para mí. Sí, tengo mucha ilusión por alcanzar los 3.000 y ahora lo veo cual motivación personal para reordenar mi biblioteca actual e inventariar los libros. Hacía mucho tiempo y por lo menos 3 bibliotecas anteriores que no lo revivía. Enterarme hoy de que tengo 420 libros ha sido significativo, pues por primera vez ya no pienso en reiniciarla de nuevo, queriendo creer (de momento y si las circunstancias lo permiten) que esta biblioteca personal privada es la definitiva.

      Eliminar
  3. Bro en serio que se ha despertado en ti una pluma totalmente distinta a la que estaba acostumbrado, y está llena de serenidad y verdad.
    Para mí lo significativo no ha sido lo que pretendías contar, sino lo que a surgido como anécdota militar, esa parte ha sido brutal generando un ambiente cinematográfico maravilloso que hace sumergirte de lleno en la historia para llevarte al instante mágico en el que os quedáis a solas el primer libro y tú en aquel arresto que marcó el punto de inflexión, muchísimas gracias por hacernos viajar y ser partícipes de esas historias vitales.
    Descojonante tú infidelidad y pillada infraganti en la cama con tus amantes. Ha sido un post dulce y ácido y con pica pica y sirope de caramelo con sal que me ha sentado de maravilla, millones de gracias por estos regalos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Buuuuaaaaa Bro! ¡Exégesis total y alucinante del relato! Me ha encantado leer tu fascinante interpretación y dónde has puesto el foco, un lugar totalmente inesperado y que en principio no iba a formar parte, ni de lejos, del relato, pero al final la cabeza literaria, que va por libre, aunque conviva conmigo, hizo sus curiosas conexiones y surgió así. Me alegro de todo lo que te ha hecho vivir y la cantidad de "sabores" que has probado; experiencia literaria cuasi más gastronómica que literaria en sí.

      Eliminar
  4. 😂😂😂voy a hacerme un blog de reseñas de reseñas

    ResponderEliminar
  5. 😂🤣😂🤣😂🤣😂🤣😂🤣😂🤣😂

    ResponderEliminar