Hoy es el momento perfecto y límite para ambientarnos en las fechas navideñas.
¿Qué es lo más perfecto para los amantes de la lectura, la literatura y los libros en Navidad?
Nadie jamás disfrutará como nosotros, querida gente lectófila; nadie jamás disfrutará como nosotros, querida gente literófila; y por descontado que nadie jamás disfrutará como nosotros, querida gente bibliófila, las navidades.
¿Por qué?
Porque ninguna Navidad puede ser comparable ni difrutable como lo es para quien lee libros, ya que la Navidad, como ya vimos en el artículo anterior, fue un invento literario, pero...
¿Solo Charles Dickens fue el creador de la concepción navideña que todos celebramos anualmente desde entonces?
El exclusivamente navideño artículo de esta Nochebuena nos lo aclarará un poco.
La respuesta evidente y rápida es no. Dickens en realidad fue la culminación de una idea que ya estaba en el aire durante la época victoriana.
Se conoce como época victoriana al periodo histórico del Reino Unido (y el Imperio británico por extensión) donde reinó la reina Victoria del Reino Unido (1819-1901), desde su ascenso al trono el 20 de junio de 1837, hasta su muerte acaecida el 22 de enero de 1901.
La época victoriana se caracteriza por una serie de acontecimientos históricos y sociales que definen ese periodo, destacando ciertas reformas políticas, donde hay un avance muy significativo: la ampliación del derecho de sufragio. También fue muy característica un tipo de moral específica, conocida como moral victoriana, donde se valoraba un comportamiento impecable e intachable en todos los aspectos de la vida. Por último hubo una prosperidad económica (aunque limitada); se alfabetizó de manera universal en el Reino Unido, alcanzando cotas elevadas la educación infantil; se produjo un gran desarrollo científico y tecnológico, avanzando principalmente la industria y la ingeniería.
Pero centrándonos en nuestro interés aquí y ahora, la literatura británica inventó un tipo de cuento de fantasmas para la Navidad. Por descontado que el archiconocido y ultrapopular cuento dickensiano de Navidad fue el que marcó el definitivo punto de inflexión, pero ni Charles Dickens fue el primero ni tampoco (evidentemente) sería el último.
Los cuentos victorianos de fantasmas para la Navidad acabaron siendo casi un subgénero por derecho propio y grandes luminarias del mundo literario dedicaron tiempo y esfuerzo a la literatura de fantasmas enfocada a la Navidad, entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.
El origen fue una tradición periodística que nació durante la época victoriana y quedó anclada a ese periodo histórico, donde los editores de periódicos y revistas publicaban estos cuentos solo durante la época navideña.
Por esa razón hoy, Nochebuena, he tenido un descubrimiento esencial, complementado por la tradición lectófila para cualquier Navidad.
El descubrimiento es Cuentos Victorianos de Fantasmas para Navidad, una sorprendente y grata alegría publicada por Minotauro, el magnífico sello editorial del Grupo Planeta dedicado a la literatura de género (fantasía, ciencia ficción y terror), el pasado 20 de noviembre de 2024, donde encontraremos una miscelánea irrepetible que recopila por primera vez 13 de esos cuentos tan concretos y específicos (de nicho, diríamos hoy). Entre sus autores encontraremos a escritores tan emblemáticos como Walter Scott (1771-1832), Elizabeth Gaskell (1810-1865) o Arthur Conan Doyle (1859-1930).
La tradición inapelable por derecho propio es CUENTOS DE NAVIDAD de Charles Dickens. ¿Qué? ¿Cuentos en plural? Espera... Espera... Querrás decir cuento en singular. Pues no. Dickens no solo escribió aquella novela corta tan conocida, sino que dedicó nada más y nada menos que 5 novelas cortas a las fechas navideñas, todas con su peculiar estilo que llevó esta época del año a su consagración. En este caso he elegido la que a mi juicio es la mejor (y barata en relación calidad-precio) edición, la de Alianza editorial.
¡A disfrutar estas navidades como nadie, mi gente lectófila apasionada por la lectura!
A partir de estas navidades vosotros y un servidor compartimos un secreto encerrado en negro sobre blanco que el resto de gente no aficionada a la lectura se pierde. Qué pena por los demás y qué alegría por mi gente lectófila, esa gente tan apasionada por la lectura como yo.
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